El guardián de los eventos

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El guardián de los eventos

Si los que trabajamos en el mundo de los eventos tuviéramos una memoria perfecta, nos volveríamos completamente locos.

 

¿Por qué?

Porque vemos muchas, muchas caras.

Damos acreditaciones a cientos de personas, atendemos a decenas de ponentes y coordinamos a unos cuantos proveedores que a la vez tienen bastantes trabajadores. Azafatas, técnicos de sonido, técnicos audiovisuales, personal de seguridad, montadores y un largo etcétera.

 

Algunas caras las recordamos. Otras no. Otras las recordamos a medias. Unos ojos, una nariz o un mentón muy pronunciado. A veces vemos a alguien en la calle y nos suena, pero no sabemos muy bien de qué.

 

  • ¿Ese no era el que habló en el congreso de febrero?
  • ¿Tú crees?
  • No sé, pero si no lo es se parece mucho.

 

Supongo que son gajes del oficio. Pero no os preocupéis. Si nos hacéis reír (o sonreír) nos acordaremos de vosotros. Eso seguro.

Y es que hay cosas que no se pueden evitar en un evento. Sobre todo si es largo y complicado. Acabas teniendo un vínculo especial con la gente con la que has trabajado, generalmente porque pasas una enorme cantidad de horas con ellos. También te adueñas del espacio y terminas por sentirte como en casa. Hay quien, al día siguiente del evento conduce por defecto al mismo auditorio donde ayer te daba buenos días.

 

Cada uno es único e irrepetible. Con sus pequeñas anécdotas y sus grandes momentos. Nada es generalizable. Sin embargo, en todos, TODOS los eventos, hay una serie de personajes que nunca fallan.

 

Está el que arrasa con los cafés, el despistado que se deja el móvil o el iPad, el que te cuenta su vida aunque no venga para nada a cuento, el que se sube al escenario a lo Steve Jobs. Y luego está aquél al que nosotros más tememos:

El que no se va nunca.

 

En serio, ese tipo no quiere volver a casa. No hay luces, no queda ni una mísera almendra. Estamos nosotros, la azafata con su chaqueta en mano y él.

¿A qué está esperando?

 

Tal vez sea un nostálgico. Alguien con ganas de que las cosas perduren un poco más en esta época en la que todo dura tan poco. Alguien que intenta que el tiempo pase algo más lento. Que frene el tren. Que disfrutemos de las cosas con consciencia.

 

Una especie de guardián de los eventos.